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lunes, marzo 19

ARQUEOLOGIA

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Categorías: HUMOR, ILUSTRACIÓN

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DRAMATIS PERSONAE

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Don Rul
La Urbe de Humo, D.F., Mexico
Escribo y dibujo porque es más barato que ir al psicólogo y menos pedante que pegarme un tiro.
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Las estupideces del Tuíter

Las estupideces del Tuíter

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    ¿DÓNDE MIERDAS ESTÁ?

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    GALERÍA DE LA INFAMIA

    GALERÍA DE LA INFAMIA
    Esta foto prueba que aunque siempre me ha gustado tomar, nunca pierdo la dignidad: jamás derramo mi bebida como esos infelices borrachos que tanta pena dan.

    A veces me disfrazo para combatir el crimen. A veces sólo lo hago para impresionar a las mujeres.

    Mis padres dicen que a pesar de mi actual amargura, fui un niño muy dulce. Esta foto lo prueba.

    Siempre me han gustado las caricaturas. Por eso en algunas ocasiones me gusta disfrazarme de mis personajes favoritos y salir a divertir a lo niños. Pero por lo visto en muchas ciudades estos personajes no son muy queridos.

    Cuando iba en la prepa, formé una banda. Como no tenía ningún talento musical, yo participaba sirviendo las cervezas. No duré mucho.

    Conste que se les avisó.

    No siempre he sido un patético bloguero sin futuro. Hubo una época en que tuve un buen empleo en la industria del entretenimiento. Los niños me adoraban.

    En alguna época me dediqué a animar fiestas infantiles. No me fue bien, pero recuerdo algunos momentos con mucho cariño.

    Mis padres siempre confiaron en mí. Por ejemplo, de niño yo estaba encargado de averiguar si los sapos que abundaban en el jardín eran venenosos.

    Hubo una temporada en que me dio por el rugby, pero bastaron algunos partidos para darme cuenta de que era un deporte demasiado peligroso.

    Hace años decidí volverme experto en artes marciales y combatir el crimen. Lo más difícil resultó hacerme de una identidad secreta que me permitiera pasar desapercibido.

    Siempre me he considerado un luchador aunque no siempre resulte vencedor y las más de las veces no sepa ni siquiera por qué lucho.

    Tal vez sea tiempo de confesarlo: de niño me gustaba jugar con muñecas.

    Hay quienes especulan que mi desequilibrio mental se debe a que fui un niño sin amor. Nada más falso; en mi infancia tuve muchas y muy intensas muestras de afecto, como lo prueba esta foto.

    Siempre me han gustado las flores, por eso no pierdo oportunidad para disfrutar de su aroma. Sobre todo si he bebido de más.

    Cuando nos enteramos de que había un ratón que daba dinero por los dientes, mi hermano y yo decidimos hacer una pequeña fortuna. Nunca recibimos el dinero, pero tampoco perdimos el entusiasmo.

    En los 70 formé un grupo coral para cantar en la iglesia local. La intolerancia religiosa y musical premió nuestro esfuerzo con la excomunión, pero nuestros peinados aún se comentan en el rumbo.

    A propósito del asunto de las tribus urbanas me dieron una descripción de los emos y me mandaron a la calle a sacar fotos. Yo saqué esta pero me dijeron que no servía: “Emo, no Memo, estúpido”. ¡Aplausos!

    Esta me la tomaron cuando entré a trabajar a un laboratorio químico. Mis compañeros se burlaron de mí, pero lo cierto es que el supervisor nunca me explicó cómo había que ponerse los guantes de látex.

    Cuando era niño mis papás me llevaron a un zoológico para que estuviera en contacto con la naturaleza. Muchas de las lecciones que aprendí en ese paseo aún me son de utilidad.

    En EUA venden estas playeras. Son ofensivas y humillantes... Malditos gringos. Los amo.

    Mi hermanita me odiaba, así que mi mamá le dio un plumón y le pidió que me hiciera un dibujito. Ella obedeció. La experiencia fue buena porque me enseñó lo liberador que puede ser pintarse la cara.

    Cuando era pequeño quería ser piloto. Mis papás insistían en que no tenía cualidades para esa profesión (ni para ninguna otra que valiera la pena). Esta foto demuestra lo contrario.

    Hubo una época de mi vida en que me dediqué a las artes marciales. Por las noches era stripper en un bar de viudas y divorciadas.

    En la preparatoria gozaba de popularidad y de acné. Pero en las fiestas siempre me hacían un círculo para que bailara en medio. Tal vez para poder vigilarme y evitar que tocara a alguien.

    Cuando iba en la prepa, estaban de moda el heavy metal y las películas de Cantinflas. Ambos influyeron un poco en la imagen que usaba en aquella época.

    Esta es una foto que me tomaron en mi fiesta de XV años. Nos divertimos mucho a pesar de que nunca llegó el encargado de la música. No recuerdo si estábamos bailando o retorciéndonos por problemas gastrointestnales causados por beber agua del retrete.

    Aquí estoy en un viaje que hice a Irlanda. Mucho verdor, cielo azul y buena cerveza. No sé quién es el idiota que se acercó a acariciarme justo cuando me estaban tomando la foto.

    En los ochenta me enamoré como loco de una compañera de pupitre. Pero ella me rechazó porque no estaba a la moda. Así que fui con un asesor de imagen que me ayudó muchísimo. En la foto aparezco sonriendo después de una de sus fructíferas sesiones.

    Aquí estoy cuando tenía 16 años; me dedicaba a vender pistaches y platos de latón con motivos religiosos. A veces cuando no había mucho trabajo, me entretenía haciendo bizcos.

    La otra vez inventé un sistema para escribir y tomarme una cubita al mismo tiempo.

    Esta foto me la tomaron un día que me disfracé para una fiesta. No recuerdo si era Navidad o Halloween ni si tomaron la foto antes o después de que devolviera el estómago.

    Una vez tuve una novia que me quería mucho: se dejaba besar por tipos guapos y fornidos sólo para que le invitaran bebidas refrescantes y poder compartirlas conmigo.

    Hace unos años decidí vestirme de Superman para salir a la calle a pedir dinero. Me fue bien. Nadie se dio cuenta de que yo no era el original.

    Cuando se pusieron de moda los peinados punk no me quise quedar fuera y corrí a la peluquería más cercana. Mi error fue dejar al criterio del peluquero el diseño del corte.

    No todo en mi vida ha sido tristeza, soledad y jugo de ciruela con vodka. Hubo un tiempo en que encontré a mi media naranja y fui feliz. Hacíamos tan buena pareja que la gente en la calle nos paraba para sacarnos fotos. Un circo nos pagó una pequeña fortuna para organizar nuestra boda. Tuvimos de madrina a una mujer con barba y 14 enanos fueron nuestros pajecitos. Pero lo bueno nunca dura. Un día desperté y se había ido. Algunos dicen que se lo llevó el viento.

    Guardo esta foto con mucho cariño porque me recuerda una ocasión en la que bebimos mucho y organizamos diversas actividades para entretenernos. Esa tarde todo nos parecía muy gracioso. Al día siguiente algunas cosas habían perdido la gracia, pero así pasa siempre.

    En los 70 me dio por el cumbé. Formé una orquesta y me hice llamar Fernandito Villalona. Esta es la portada del disco que grabamos. Desafortunadamente nunca salió a la venta debido a que en ese momento las disqueras estaban buscando grupos de música disco y a que no hubo forma de disimular el hecho de que ninguno de los 11 miembros de la orquesta sabíamos tocar un instrumento.

    Aquí me tomaron llorando del susto ante la imagen de un siniestro Santo Clós. Lo que no se puede adivinar con sólo ver la imagen es que el infame muñeco se apareció de pronto y justo cuando estaba entretenidísimo besándome con la vecinita. Desde entonces odio la Navidad.

    Siempre he sido fanático del orden y la limpieza. Por ejemplo, acostumbro colgar mi ropa interior después de usarla un par de días. Esta foto me la tomaron un día que olvidé quitarme la camiseta antes de guardarla.

    Cuando era niño mis papás nunca me llevaban de vacaciones porque aseguraban que así se me fortalecía el carácter. Pero durante el verano me permitían refrescarme en el retrete. Esta foto me la tomaron un día que estaba molesto porque alguien usó el escusado y no me avisaron.

    A veces para reforzar mi autoestima me gusta posar frente al espejo y tomarme fotos con mucha actitud. Luego las coloco en mi escritorio y cuando alguien me molesta o me hace una broma pesada, basta mirarlas para recordarme a mí mismo que soy una persona valiosa, decidida y con una colosal papada.

    Una vez quise ser atleta olímpico. Me apunté en el equipo de clavados y di mi mejor esfuerzo. Tuve algunas buenas actuaciones. Otras no lo fueron tanto.

    No toda la vida he sido apático y carente de gracia. En mis juventudes tardías me dediqué al ballet y estaba tan orgulloso de mi evolución física que no perdía oportunidad para exhibirla. Desafortunadamente al parecer hay alguna norma en contra de los cuerpos atléticos porque varias veces fui arrestado.

    En alguna época me dio por jugar básquetbol. Yo creo que tenía talento. Otros opinan que no.

    Esta foto me la tomaron un año que decidí disfrazarme de Melchor para entretener a los niños. Desafortunadamente en esa época vivía en Nueva York y resultó que a los gringos no les gusta la tradición de los reyes magos. Pasé 6 meses en Guantánamo.

    Cuando era niño, mis papás me llevaban a Coyoacán con la esperanza de que alimentando a las palomas olvidara por un momento que siempre era el blanco de burlas y mofas. Rara vez funcionaba.

    Cuando jugaba futbol, el entrenador insistía en que buscáramos siempre el balón. Nadie me cree cuando explico que eso era lo que hacía en esta foto.
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