viernes, julio 15

Después de 4 años de aguantar a los vecinos peleándose, al niño chiqueado de al lado llorando todo el tiempo y al perro sangrón de la viuda ladrando sin parar, finalmente nos mudamos…



Allá nos vemos.





domingo, mayo 8

A MARCHAS FORZADAS

Junto con la construcción de puentes, marchar es el deporte favorito de los mexicanos. Defortunadamente, debido a nuestra falta de cultura cívica y a la demagogia rampante de nuestros políticos, la mayoría de las marchas mexicanas son solo un juego de vencidas entre los diferentes actores políticos; una incómoda y perturbardora medición de fuerzas en la que invariablemente los ciudadanos sacamos la peor parte.

Por supuesto, algunas marchas tienen intenciones encomiables y están organizadas por grupos o personas respetables con demandas válidas. Pero aun éstas, cuando prometen ser masivas y populares, inmediatamente se convierten en jugoso botín político. Y es casi imposible —al menos hasta ahora lo ha sido— evitar que los políticos se apropien de ellas —con más o menos sutileza— y que las usen para sus propios fines —siempre mezquinos.

Hace unos años Felipe Calderón marchaba exigiendo el cese de la violencia y la inseguridad. Hace también unos años, Andrés Manuel López Obrador se burlaba de una marcha que pugnaba por la paz. Hoy los dos están en la posición opuesta. Porque les conviene. Sin importar que sea la misma demanda y los mismos ciudadanos los que la hacen.

¿Sirven las marchas? ¿Los políticos ven en éstas reclamos populares o solo el músculo de sus adversarios? ¿Toman en cuenta en sus decisiones las demandas expresadas por las marchas o solo el poder de los opositores agazapados detrás de éstas?

No lo sé, pero esas multitudes organizadas y entusiastas siempre me dejan la agridulce sensación de que cada quien marcha por lo que se le da la gana, de que todos, en nuestro interior, vamos lanzando consignas contra lo que nos atribula: la pareja, el jefe, los hijos, el equipo de futbol que nunca gana, la vida. Una especie de terapia colectiva en la que las calles se vuelven el psicólogo mudo que nos cura solo escuchando. Por eso a nadie le importa que las marchas jamás consigan resultados; marchar es ya es un logro; es la certeza de que no estamos solos, de que hay miles que, como nosotros, piensan que podríamos tener mejores gobernantes, y que como nosotros, tienen vidas imperfectas.









domingo, febrero 13

LOS DICHOS DEL PIRATA


Por supuesto esta infame ilustración tiene connotaciones filosóficas profundísimas, pero ignoro cuáles son.

sábado, diciembre 11

LA VIDA ES UN PARQUE DE DIVERSIONES

No sé si fue un filósofo existencialista alemán o un vendedor de algodones de azúcar quien afirmó: "La vida es un parque de diversiones". De hecho, no me acuerdo si alguien lo dijo o lo acabo de inventar. Lo cierto es que es verdad: la vida se empeña en simular un parque de diversiones, una feria o de perdida uno de esos parques públicos ubicados en los camellones entre dos ejes viales y que tanto han contribuido a que don Chelito Ebrard haya sido nombrado el Alcalde del Año por un jurado que conoce la Ciudad de México sólo por las fotos que le envió la Secretaría de Turismo del D.F.

Prueba de la insistencia de la vida por emular los juegos mecánicos es que los días de un ciudadano promedio pueden ser clasificados de acuerdo a las atracciones de un parque de diversiones, como se puede apreciar en los siguientes ejemplos:

Día Montaña Rusa: Son esos días en que no paras; vas de un lado a otro, golpeándote contra todo, viendo pasar la vida a toda velocidad y sin saber nunca dónde estás o a dónde te diriges. Al final terminas completamente atarugado y con la espalda torcida. 

Día Resbaladilla: Te levantas con el ánimo muy alto y mirando el mundo desde la cima te dispones a triunfar, pero basta el empujoncito de cualquier ojete para que te deslices vertiginosa e irreversiblemente hacia abajo. Normalmente acabas en el piso, todo empuercado y recibiendo los golpes de todos los otros que cayeron detrás de ti.

Día Sube y Baja: Por ratos te sientes todo un triunfador capaz de cualquier proeza; por ratos te sientes una rata inmunda rodeada de colosos. Al final acabas con el culo adolorido.

Día Columpio: Sientes la suave brisa en tu cabello y percibes avance y dinamismo, pero en realidad no te mueves de tu lugar; sólo te empinas, te empinan, te empinas, te empinan. Al final del día tienes el estómago revuelto y la sensación (acertada) de que eres un imbécil.

Día Carrousel: Todo el día das vueltas como estúpido sin saber a ciencia cierta a dónde vas o de dónde vienes. Ves todo borroso, oyes voces pero no sabes de dónde provienen. Al final acabas vomitándote en los zapatos mientras los demás piensan que vivir así es divertido. 

Como se pueden dar cuenta, la clasificación es inagotable y cada nuevo ejemplo que se les pueda ocurrir es aún más grotesco y humillante, justo como un parque de diversiones. O la vida.