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sábado, enero 23

UNA IDEA DECENTE



Hace unos años hubiera jurado que los blós habían llegado para quedarse, que sustituirían a las revistas y diarios y que en el futuro serían la forma más común de expresión escrita y de comunicación interpersonal.

Hoy presiento que los blós están agonizando lenta y sufridamente frente a la contundente proximidad de Tuíter y Feisbuq. Pensándolo bien, era un poco obvio: los blós (incluso los insultantemente superficiales como este) requieren de cierta premeditación, preparación, organización y trabajo. Las redes sociales no: para participar basta con escribir las cosas tal y como brotan de los dedos sin hacer que pasen por el cerebro.

La evolución de la palabra escrita era previsible: con el transcurso de los siglos el escritor se convirtió en periodista, en una década se transformó en bloguero y hace unos años, tal vez meses, finalmente llegó a su estadio final: el tuitero, la vida convertida en un slogan en tiempo real.

¿Cómo resistirse a la seductora inmediatez de Tuíter en la que la recompensa es instantánea y uno está en contacto permanente con una activa multitud, plagada de celebridades, que nos da la sensación de pertenencia, de compañía?

Evidentemente los blós no desaparecerán, pero en poco tiempo sólo serán escritos/leídos por los mismos que escriben/leen los medios escritos tradicionales. Los demás estaremos muy ocupados redactando nuestras vidas en 140 caracteres y subiendo las imágenes que certifican que pese a todo somos reales.