sábado, mayo 23

EL TEMBLOR DEL 22 DE MAYO

El 22 de mayo un fuerte sismo sacudió la ya de por sí vapuleadísima Ciudad de México. Los chilangos, fieles a nuestra idiosincracia, salimos a la calle tranquilamente y en orden, y aprovechando el primer descuido de nuestros jefes, nos escabullimos a la cantina más cercana y pretextando riesgo de colapso nervioso dimos por terminada la semana laboral.

La pregunta obligada en las tertulias de esa tarde fue: "¿Por qué nos están pasando tantas calamidades a los mexicanos?". La respuesta más frecuente fue: "Porque Dios odia a los mexicanos". Creo conveniente hacer algunas precisiones históricas al respecto.

Por ahí de 1519 llegó Cortés a lo que sería más tarde México. Los misioneros que lo acompañaban y los que fueron llegando después se dieron a la noble tarea de inculcar a los indios idólatras la fé católica a punta de puntapiés y garrotazos acompañados del no poco convincente slogan: Dios es amor.

Por esas mismas fechas se reunieron Yahvéh, el Dios de los cristianos (de la primera parte de la historia, porque en la saga ya se llamaba diferente y traía más onda) y Quetzalcóatl, dios de los aztecas y anexas. El objetivo de la reunión era aclarar ciertos puntos en la repartición de la Tierra, como cuando se juntan Salinas y Azcárraga para repartirse los equipos de futbol.

–¡Qué madriza le están acomodando mis muchachos a los tuyos! –dijo Jehová orgulloso.
–¿Y cómo no? –contestó Quetza indignado–, si tus esbirros parecen porros de Bejarano: todo lo arreglan a madrazos.
–N'ombre y espérate a que veas lo que haremos en la Edad Media –agregó Yahwéh entusiasmado–. Para el siglo XIX seré el Dios más popular de la Tierra.
–Pues disfrútalo mientras puedas –advirtió crípticamente la serpiente emplumada–, porque para mediados del siglo XXI hasta los cuarzos tendrán más adeptos que tú.
–¡Bah! –dijo Yahvéh, que paradójicamente es más bien incrédulo–. De todas maneras, los mexicanos no están en mis planes de expansión. Tarde o temprano mis nobles europeos se contaminarán con la sucia sangre indígena. Yo así no los quiero. Quédatelos.
–Yo tampoco –respondió ofendido el Dios americano–. Seguramente mis bravos guerrreros acabarán mezclándose con tus brutos, apestosos y salvajes españoles. No me interesan así.
–Bueno –dijo Jehová encogiéndose de hombros–. Pos ai que se las arreglen solo.

¿Ven? ¡Los dioses no nos odian, ni siquiera se acuerdan de que existimos!

¡Cuánta soledad!, exclamará algún nostálgico del fervor religioso mirando su estampita de San Judas Tadeo.

En realidad no. La historia no acabó así. Los mexicanos, devotos por naturaleza, no nos podíamos quedar sin dioses ante los cuales arrodillarnos, así que inventamos a los políticos, la televisión, el futbol, el tequila y a las cantantes de música pop con traseros prominentes. Y así, adorando a nuestras nuevas deidades vivimos muy felices.

Hasta que tiembla.

6 comentarios:

Mary J. Varher dijo...

jajaja!
see nos olvidaron los muy desgraciados ¬¬
bss!

OdeenR dijo...

Si cuando uno dice que son señales divinas nadie le cree... ¿una ciudad puede tener karma? Está, señores, tiene de todo.

Caramba...

Saludotes, Don!

Unknown dijo...

interesante reflexion ahora entiendo todo

Checo Ramírez dijo...

nada de esto les estaria pasando con lopez obrador en la silla prescidencial...

rakyatindonesia dijo...

hola .. Soy de Indonesia. lo siento, mi español es malo idioma. Me gusta tu artículo y quiero ser tu amigo. si quieres ser mi amigo, yo feliz. y espero que quieras visitar mi blog en la dirección indo-online y si quieres somethings sobre los blogs y los problemas sociales, se puede visitar en mi blog en blog rakyatindonesia y por favor dejar un comentario. si las dificultades en el lenguaje, puede usar google traductor para traducir mi post.thank 's amigos.

Dany dijo...

pero hasta eso ke a dios seguro le dimos tanta lastima ke nos dio a nuestro legendario enmascarado de plata.el Santo!... digo, por akello de los zombies, momias vivientes y monstruos del mas alla.. :)