La miraba dormir. Observaba sin perder detalle su cuerpo de terrible simetría que subía y bajaba siguiendo la rítmica marea de la respiración. La luz del alumbrado público se colaba tímidamente a través de la cortina entreabierta coloreando con tonos mortecinos la piel despiadadamente viva e insinuando frágiles reflejos en el brillo con que el sudor la barnizaba.
Hacía ya mucho tiempo que el atisbo de ese cuerpo insultantemente joven era el único vestigio de sensualidad que se podía permitir el suyo, tan lleno de vacío, de ausencias. Estaba condenado a abrasar esa desnudez de efigie únicamente con sus insaciables ojos, a profanar esa virgen inmaculada sólo con el pensamiento, con todos y cada uno de sus pensamientos. Le había sido vedado el sagrado placer de que sus labios fueran el aliento de otra boca; jamás su piel volvería a ser la piel de otro cuerpo. Como los primeros pecadores, había sido expulsado del único paraíso que le era preciado, el del amor terrenal. Ya sólo le quedaba la mirada para devorar la opulenta tersura de esa silueta inconmensurablemente suya, infinitamente ajena.
La miraba en silencio, como tantas otras noches, conteniendo la respiración para evitar que un suspiro fugitivo pudiera despertarla. La atisbaba con un voraz apetito sin garras ni dientes, dejando que ese paisaje de desértica impasibilidad, pletórico de valles y colinas inexpugnables, le evocara recuerdos lejanos, tan parecidos a las ficciones, a los olvidos.
Ella se movió casi imperceptiblemente –pero con inquietud–, y soltó un gemido ahogado, una especie de orgasmo premonitorio; tal vez al sentir el aliento anticipado del sol que pronto comenzaría a acariciar su cuerpo, cubriendo los tonos agónicos de las luces nocturnas con su enhiesta calidez. Él supo que aquel espasmo era un augurio de la vigilia. No quería estar allí cuando la noche pariera aquel desnudo celestial y misterioso en la grotesca obviedad del día. Con precisión y agilidad de relojero, de acróbata, se deslizó lenta y silenciosamente fuera de la habitación.
Ella despertó poco después del amanecer. Con los ojos aún entrecerrados, jaló las cobijas que despreció durante la noche y se cubrió hasta el cuello. Como cada mañana, antes de levantarse, permaneció por unos minutos en la cama, envuelta en el cálido abrazo de las sábanas, guareciéndose de esa absurda e inquietante sensación de que alguien la mira dormir.
Hacía ya mucho tiempo que el atisbo de ese cuerpo insultantemente joven era el único vestigio de sensualidad que se podía permitir el suyo, tan lleno de vacío, de ausencias. Estaba condenado a abrasar esa desnudez de efigie únicamente con sus insaciables ojos, a profanar esa virgen inmaculada sólo con el pensamiento, con todos y cada uno de sus pensamientos. Le había sido vedado el sagrado placer de que sus labios fueran el aliento de otra boca; jamás su piel volvería a ser la piel de otro cuerpo. Como los primeros pecadores, había sido expulsado del único paraíso que le era preciado, el del amor terrenal. Ya sólo le quedaba la mirada para devorar la opulenta tersura de esa silueta inconmensurablemente suya, infinitamente ajena.
La miraba en silencio, como tantas otras noches, conteniendo la respiración para evitar que un suspiro fugitivo pudiera despertarla. La atisbaba con un voraz apetito sin garras ni dientes, dejando que ese paisaje de desértica impasibilidad, pletórico de valles y colinas inexpugnables, le evocara recuerdos lejanos, tan parecidos a las ficciones, a los olvidos.
Ella se movió casi imperceptiblemente –pero con inquietud–, y soltó un gemido ahogado, una especie de orgasmo premonitorio; tal vez al sentir el aliento anticipado del sol que pronto comenzaría a acariciar su cuerpo, cubriendo los tonos agónicos de las luces nocturnas con su enhiesta calidez. Él supo que aquel espasmo era un augurio de la vigilia. No quería estar allí cuando la noche pariera aquel desnudo celestial y misterioso en la grotesca obviedad del día. Con precisión y agilidad de relojero, de acróbata, se deslizó lenta y silenciosamente fuera de la habitación.
Ella despertó poco después del amanecer. Con los ojos aún entrecerrados, jaló las cobijas que despreció durante la noche y se cubrió hasta el cuello. Como cada mañana, antes de levantarse, permaneció por unos minutos en la cama, envuelta en el cálido abrazo de las sábanas, guareciéndose de esa absurda e inquietante sensación de que alguien la mira dormir.
Postadata 1: A los que no entendieron quién era Chelito (a pesar del contexto y la foto), les comento que me refería a nuestro carnal Marcelo, artífice de las pistas de deshielo y de los chapopoteaderos, a quien yo le digo Chelito de puro cariño y porque me recuerda muchísimo a Mastroianni en La dolce vita.
Postadata 2: La gente que tiene la decisión, la disciplina y el talento para comprometerse con un proyecto viable que produzca beneficios tangibles, y que se esfuerza hasta lo indecible para verlo concluido, me parece sumamente vulgar. En cambio los que se involucran con proyectos absurdos, inviables y sin beneficios aparentes, se me hacen loables y dignos de admiración. Tal es el caso de PIGGY BANK, un site que lanzó una convocatoria para que se les enviara ilustraciones y personajes basados en las alcancías de cochinitos y hacer con estos la colección más grande dedicada a este tema. Yo participé con la execrable porquería que está aquí abajo (la versión original en inglés está en el site). Es que pensar en dinero y puercos me remite automáticamente a nuestros políticos.
Postadata 3: Me llegó esto al Facebook. Investigué y parece que es cierto, así que hay que firmar la petición:
Guillermo Vargas Habacuc es un costarricense que dice ser artista. El pasado mes de agosto hizo una exposición en una galería de Managua (Nicaragua); cazó a un perro callejero, lo ató con una corta cuerda a una de las paredes del local y lo dejó morir de hambre y sed. Según él, ese acto de cobarde sadismo es arte. Ahora este torturador ha sido invitado a participar en 2008 en la prestigiosa Bienal Centroamericana de Honduras. Hay una campaña internacional de colecta de firmas para pedir que se revoque esa invitación. Puedes firmar en petitiononline.
Postadata 4: Me harté súbitamente de Facebook, del Hi5 y de todas esas estupideces, así que borré a todos mis amigos y me salí. Nada personal.
12 comentarios:
puerco
yo apenas le estoy agarrando la onda a esas madres :/
Buen Texto,
Buen Celiti,
Buen Puerco,
Mal pedo lo del perro, pero yo no firmo ni firmaré la petición. Bien hecho por Habacuc
Un amor que no molesta, un amor que te agarra en la siesta.
¿Tienen la culpa los cerdos de que los comparen con nuestros políticos?... ni idea, aunque bueno hay que defender a los animales como el perro que dejaron* morir así que nel... no lo merecen.
*no sobra decir que tanto expectador como creador fueron parte de la obra, así que planteo que tampoco dejen entrar a la madre esa a la que no quieren que vaya el artista a aquellos que no aventaron siquiera un huesito a tan desafortunado can.
ojala que no te hartes de bloggear para que nos sigas regalando tus amores puercos
entiendo que te salieras del facebook y del hi5, son una cosa muy inquietante...todo el mundo sabe todo de todos, pero no todo en verdad, solo untodo parcial que nada tiene que ver con el verdadero todo total. Yo por ejemplo, no puedo dejar de enterarme de la vida social de mi ex pareja, quien en sus días fue un todo verdadero total para mi. aunque tambien me reencontre con grandes amigos de tiempos remotos a los que en realidad no necesito volver a ver...jaja.
corre a mi blog don rul... hay algo para ti (no, no es un meme)
Don rul, me cae que qué grata sorpresa me llevé con estos textos tuyos. Mire que es usté sensible, quién lo viera.
Aplausos de pie por su "cancelación" del Hi-5 y etcéteras.
Yo voy a hacer una colecta de firmas para que al "artista" ese le corten el pito. Cuánto a que yo recolecto más?
que miedo que te observen mientras duermes, bien por el cerdo que re-cerdo y pues yo digo el hi5 y el myspaces wuakala "amigos" virtulaes en exceso que miedo...
Bravo, bravo. Amo los piggy banks, amo los puercos y creo que es una de las convocatorias más fantásticas que he leído.
También me llegó lo de don perro, fuck off!, no puedo decir más (no a ti, a él).
Gracias por la aclaración **insertar carita de pena** de lo de chelo.
El Facebook me creó un conflicto hace poco, carajo, no entiendo ni para qué sirve y menos por qué lo sigo teniendo.
Ahhh (doh!), miedo (tu texto). ¿Has leído algún cuento de Carlos Cuarón?
WOW
Buenísimo relato... al resto de la entrada, no le entendí :P
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