miércoles, abril 4

EN UN BAZAR (con música de Flans)

Los bazares son sin lugar a dudas los mejores lugares para comprar en la Urbe de Humo. Y ahora que viene la Semana Santa y que hay que ir a Acapulco para huir de las multitudes, nada mejor para hacerse de unos nuevos huaraches de hule que el bazar.

Además de la avalancha de olores a fritangas, de la estruendosa yuxtaposición de músicas a volúmenes frenéticos y de la total ausencia de control de calidad, los bazares ofrecen otras ventajas. La principal radica en que todos, absolutamente todos, los puesteros han sido extensamente capacitados en técnicas de mercadotecnia. Esta compleja preparación consiste a grandes rasgos en recibir a todos los visitantes –ya sean potenciales compradores, vendedores de gelatinas o agentes del IMPI decomisando mercancía pirata– con la misma frase:

“Pásale, amigo, lo que te guste, sin compromiso”.

En contra de lo que se cree, el éxito de ventas de los bazares no está basado en la evasión fiscal y la venta de mercancía de contrabando, sino en la estrategia comercial encerrada en esta expresión pletórica en significados. Basta una superficial disección para exhibir su riqueza semántica y semiótica:

Pásale,… Los puestos de los bazares consisten básicamente en una mesa cubierta por un techito de plástico, por lo que en realidad no hay lugar alguno al cual pasar (a menos que uno decida subirse a la mesa, actitud que es casi siempre mal vista). De manera que esta invitación evidencia la férrea intención del puestero de complacer a su clientela aún más allá de los límites impuestos por la realidad física.

…amigo,… Nada causa más alegría que nos llame amigo un tipo con la boca llena de chilaquiles (por extrañas razones los puesteros suelen comer todo el día alimentos de aspecto y aroma repulsivos). En ese momento nos damos cuenta de que el puestero no es un indiferente mercenario dispuesto a encajarnos las más deprimentes baratijas chinas a altos precios, sino un amigo leal en quien uno podría confiar su propia vida.

…lo que te guste,… No satisfecho con habernos arrojado en la cara el dulce aliento de la amistad, el puestero nos suelta otra buena noticia: no es necesario comprar los artículos que le gusten a él o al señor que vende chicharrones. ¡No, nosotros podemos escoger lo que queramos! El libre mercado en su más pura expresión.

…sin compromiso. Ya en una apoteosis de generosidad, el oloroso puestero nos informa que aunque miremos las prendas que como racimos de plátanos cuelgan en delicioso caos, no estamos comprometidos a comprarlas. Nosotros, acostumbrados a bajar la vista cada que vamos de compras a un centro comercial, nos entregamos extasiados al prohibido placer de mirarlo todo.

¿Es posible no sentirse conmovido ante esta frase cargada de la ancestral sabiduría comercial de un pueblo? ¿La habrán usado los aztecas para recibir a los españoles? ¿Y Santa Anna al vender medio México? Tal vez todo radica en los chilaquiles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

buena frase, si señor..., odio el olor a fritanga!