–¿Qué te pasa Daniel? –preguntó Yolanda–. Has estado muy serio hoy.
–Nada –respondió él en voz muy baja.
–¿Nada? Yo te conozco y sé que algo te pasa. Dime.
–Es que... –titubeó él.
–¿Qué? –insistió ella.
–La gente habla.
–¿Habla? ¿Y qué dice?
Daniel se encogió de hombros.
–Dicen cosas de ti.
–¡Vaya, eso otra vez! –resopló Yolanda fastidiada–. Bueno, ¿y eso qué? ¿Tú les crees?
–No, pero no me gusta que duden de ti –contestó él con gesto severo.
–Mientras tú no dudes de mí, Daniel, nosotros estaremos bien –agregó ella pegando su cuerpo al de él.
–¿Que ese que viene ahí no es Daniel? –preguntó el hombre del suéter verde.
–Sí y viene hablando sólo otra vez –contestó la mujer que lo acompañaba.
–Pobre, está completamente desquiciado –observó él.
–Cállate que te va a oír. Disimula –lo amonestó ella alarmada.
–Hola, Daniel. ¿Cómo estás? –saludó el hombre del suéter verde inclinando ligeramente la cabeza. La mujer que lo acompañaba se limitó a sonreír.
–Bien, Esteban, gracias –respondió Daniel casi sin mirarlo.
–¿Viste, Yolanda? Ni siquiera te voltearon a ver. Como si no existieras.
–Déjalos, Daniel –dijo ella sonriendo despreocupadamente–. Tienen envidia de nuestro amor.
–Nada –respondió él en voz muy baja.
–¿Nada? Yo te conozco y sé que algo te pasa. Dime.
–Es que... –titubeó él.
–¿Qué? –insistió ella.
–La gente habla.
–¿Habla? ¿Y qué dice?
Daniel se encogió de hombros.
–Dicen cosas de ti.
–¡Vaya, eso otra vez! –resopló Yolanda fastidiada–. Bueno, ¿y eso qué? ¿Tú les crees?
–No, pero no me gusta que duden de ti –contestó él con gesto severo.
–Mientras tú no dudes de mí, Daniel, nosotros estaremos bien –agregó ella pegando su cuerpo al de él.
–¿Que ese que viene ahí no es Daniel? –preguntó el hombre del suéter verde.
–Sí y viene hablando sólo otra vez –contestó la mujer que lo acompañaba.
–Pobre, está completamente desquiciado –observó él.
–Cállate que te va a oír. Disimula –lo amonestó ella alarmada.
–Hola, Daniel. ¿Cómo estás? –saludó el hombre del suéter verde inclinando ligeramente la cabeza. La mujer que lo acompañaba se limitó a sonreír.
–Bien, Esteban, gracias –respondió Daniel casi sin mirarlo.
–¿Viste, Yolanda? Ni siquiera te voltearon a ver. Como si no existieras.
–Déjalos, Daniel –dijo ella sonriendo despreocupadamente–. Tienen envidia de nuestro amor.
18 comentarios:
me gusto mucho el diseño de su blog y me gustaria que estemos en contacto para ver lo que posteamos.
mi blog http://lexthercomunidadunica.blogspot.com/
nooooo.... jajajaja como psicologa debo decirte... EXCELENTE!!! APLAUSOS!!!
muy bueno, ambien el blog, pero debo decir que me guso tu articulo, podria tomarlo prestado???
Bueno ya lo estoy haciendo jaja
Excelente poust de amor esquizofrénico!
Saludos Don
Yo quiero saber en dónde terminará este ciclo de los "Amores que..."
"Amores esquizofrénicos"
"Amores codependientes"
"Amores prohibidos"
"Amores incestuosos"
"Amores que huelen a queso y Doritos"
Uf.
Pero muy bonito texto. Snif.
que buena imagen mental, amores esquizofrénicos
qué miedo... excelente post
ay los hombres, siempre dando importancia a lo que otros opinan.
oraleee! muy buen post!
saludos!
Yo por eso siempre desconfío de cualquier mujer que acepta a salir conmigo. De entrada dudo mucho de que exista alguien así.
Siempre supe que debía existir el amor.
Wooow...
Chale... ¿me estará pasando lo mismo? A veces los amores de lejos te dejan esa misma sensación. **me proyecté**
que miedooo
¡es sólo el amor perfecto!
:p
saludos a la media neurona tuya
el primero es spam!
eh we! lilian (perdon!) la master of puppets de la templeteada (:D) tiene razon... no te me vaigas a poner emo eh?
...tambien tengo un amor imaginario y se llama pafnuncio (le digo paffy)
ay que envidia me da Daniel, la neta.
(oye, no tienes el teléfono de la chica del spam? hasta sueño con ella).
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