No sé si fue un filósofo existencialista alemán o un vendedor de algodones de azúcar quien afirmó: "La vida es un parque de diversiones". De hecho, no me acuerdo si alguien lo dijo o lo acabo de inventar. Lo cierto es que es verdad: la vida se empeña en simular un parque de diversiones, una feria o de perdida uno de esos parques públicos ubicados en los camellones entre dos ejes viales y que tanto han contribuido a que don Chelito Ebrard haya sido nombrado el Alcalde del Año por un jurado que conoce la Ciudad de México sólo por las fotos que le envió la Secretaría de Turismo del D.F.
Prueba de la insistencia de la vida por emular los juegos mecánicos es que los días de un ciudadano promedio pueden ser clasificados de acuerdo a las atracciones de un parque de diversiones, como se puede apreciar en los siguientes ejemplos:
Día Montaña Rusa: Son esos días en que no paras; vas de un lado a otro, golpeándote contra todo, viendo pasar la vida a toda velocidad y sin saber nunca dónde estás o a dónde te diriges. Al final terminas completamente atarugado y con la espalda torcida.
Día Resbaladilla: Te levantas con el ánimo muy alto y mirando el mundo desde la cima te dispones a triunfar, pero basta el empujoncito de cualquier ojete para que te deslices vertiginosa e irreversiblemente hacia abajo. Normalmente acabas en el piso, todo empuercado y recibiendo los golpes de todos los otros que cayeron detrás de ti.
Día Sube y Baja: Por ratos te sientes todo un triunfador capaz de cualquier proeza; por ratos te sientes una rata inmunda rodeada de colosos. Al final acabas con el culo adolorido.
Día Columpio: Sientes la suave brisa en tu cabello y percibes avance y dinamismo, pero en realidad no te mueves de tu lugar; sólo te empinas, te empinan, te empinas, te empinan. Al final del día tienes el estómago revuelto y la sensación (acertada) de que eres un imbécil.
Día Carrousel: Todo el día das vueltas como estúpido sin saber a ciencia cierta a dónde vas o de dónde vienes. Ves todo borroso, oyes voces pero no sabes de dónde provienen. Al final acabas vomitándote en los zapatos mientras los demás piensan que vivir así es divertido.
Como se pueden dar cuenta, la clasificación es inagotable y cada nuevo ejemplo que se les pueda ocurrir es aún más grotesco y humillante, justo como un parque de diversiones. O la vida.